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1 CORINTOS 3:1 EL HOMBRE CARNAL





El hombre natural es el descendiente de Adán, nacido en este mundo con una naturaleza pecaminosa, con una propensión, una inclinación natural a hacer el mal, Y eso es lo que puede lograr, incluso cuando creemos que hacemos el bien, suelen aparecer motivaciones mixtas o dudosas. No podemos esperar mucho de ese hombre natural, quien probablemente nos diría: “yo vivo y actúo lo mejor que puedo “. Y probablemente nos estaría diciendo la verdad.


Luego está el otro tipo de persona, llamado “el hombre espiritual”, o sea, el que tiene el Espíritu de Dios, al ser un hijo suyo. Él comprende todas las cosas, tiene un discernimiento, una percepción espiritual. Ese criterio espiritual hace que resulte incomprendido por los que están dominados por la forma de pensar del sistema del mundo. Porque el hombre normal y natural sencillamente no puede entender ni sus creencias ni sus actitudes. Ésa es, pues, la diferencia entre el hombre que tiene el Espíritu de Dios, por ser un hijo Suyo, y el que no lo tiene, por no tener una relación con Dios.


En este tercer capítulo de la Primera Epístola a los Corintios, encontramos una concepción de Dios, que es lo que clarifica el servicio cristiano. Y se nos va a presentar otra clasificación de personas, esta vez entre los creyentes. Los creyentes llamados “carnales”, o sea aquellos que actúan dominados por su propia naturaleza, con criterios puramente humanos, y los llamados “espirituales”, o sea, los que son guiados por el Espíritu. Son dos estados o condiciones que se manifestarán en sus vidas y en su servicio cristiano. El apóstol Pablo nos dijo en el primer versículo de este capítulo 3:


1De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino

como a carnales, como a niños en Cristo.


Y aquí tenemos la tercera clasificación y se trata de ser un cristiano desnaturalizado, o un hombre carnal. Ya hemos hablado del hombre natural y del hombre espiritual, al que podríamos llamar también sobrenatural. Y aquí tenemos al desnaturalizado, o no natural, porque aunque es un creyente, es aún carnal, inmaduro o en un estado de infancia espiritual, en cuya vida y acciones predomina su naturaleza humana. En toda la primera parte de esta epístola, como dijimos al principio, Pablo hablará sobre el tema de la llamada carnalidad y en la última parte, él hablará sobre cosas espirituales. Y creemos que el apóstol Pablo se cansó de hablar tanto sobre la carnalidad, porque cuando uno llega al capítulo 12, pareció expresar un suspiro, cuando comenzó a tratar un nuevo tema y dijo: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.”


Ahora, el creyente carnal es el que no ha crecido espiritualmente; y creemos que eso es evidente ya que es aquel al cual le falta discernimiento o percepción espiritual. No porque no tenga al Espíritu Santo habitando en él, sino porque él no está creciendo en el conocimiento de Cristo. Indudablemente ese estado es una indicación de su relación con la Palabra de Dios, lo cual tiene mucha importancia. Este creyente no natural, carnal, es como un niño aunque esté unido a Cristo. Tiene la capacidad para hacer las cosas, pero no tiene ningún deseo de hacerlo. Una criatura tiene en sí misma la posibilidad de llegar a ser una persona bien educada, pero para hacerlo, tiene que comenzar por alimentarse con un alimento básico como, por ejemplo, la leche.


Por lo tanto debemos aspirar a crecer mucho espiritualmente y la única manera de hacerlo es alimentarnos diariamente dela palabra de Dios porque solo Cristo nos da sabiduría y hay que pedirla en oración, leer, practicar y predicar el evangelio es lo unico que nos puede hacer crecer en espíritu.

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